Dolores Coronada
y Soledad
Procesión Magna en Granada.
Día

Tuvo de extraordinario entre otras muchas cosas, el poder ver dentro de un mismo templo, en este caso la catedral, a los treinta y tres tronos (se llaman pasos allí) durante la mañana.. 

La procesión extraordinaria llevaba consigo una obra de caridad, ya que los donativos de la colecta en la Eucaristía, las mesas de póstula en algunos puntos del centro de la ciudad por la mañana y el acceso al templo catedralicio para ver las Sagradas Imágenes van destinadas al Economato Solidario, impulsado por el Arzobispado de Granada y de cuya gestión se encargarán la Real Federación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa con Cáritas Diocesana de Granada.

Por la tarde, previa a la salida del cortejo procesional, en la Eucaristía en el templo catedralicio, monseñor D. Javier Martínez aludía a las palabras del beato Juan Pablo II en su Encíclica Redemptoris Mater: «La Virgen, Madre, precede a la Iglesia en su peregrinación hacia el Reino», de tal manera «que esta tarde eso se hace carne». En sus palabras, señaló la explosión de fe que era esta Gran Peregrinación y subrayó que con ella la celebración de Pentecostés, que celebramos el domingo 19, ya había comenzado, recordando a María en el Cenáculo con los Apóstoles en la venida del Espíritu Santo.magna 18

En esta jornada histórica para la vida cristiana de Granada, los cofrades y el resto de fieles mostraron por las calles de Granada su amor y devoción por la Madre de Dios en un recorrido que comenzó en la Santa Iglesia Catedral hasta la Basílica de Nuestra Señora de las Angustias, donde el arzobispo, Monseñor Martínez, elevó una oración ante cada una de las advocaciones marianas que se presentaban ante la Patrona y rezó una Salve, junto a todo el pueblo de Dios. Monseñor Martínez rezó por los enfermos, los parados, por las familias, por la paz, especialmente en Oriente Medio, por las madres que han perdido a sus hijos (los fieles rompieron a aplaudir), por los esposos y los jóvenes, por la convivencia en Granada y la unidad de España; y pidió a Nuestra Madre para que nuestros corazones se abran a la luz de Cristo y dejemos espacio a su misericordia, para que alivie nuestras heridas del corazón, por su intercesión ante su Hijo, para que despierte en nosotros la esperanza verdadera que nos regenera en Cristo, para sentir siempre la presencia y compañía del Señor y que no se adueñe de nosotros la soledad.

De la Magna procesión que, como decíamos al principio tuvo varias circunstancias extraordinarias, podemos destacar, además de lo relatado hasta ahora, el extraordinario trabajo realizado por las hermandades participantes. A lo laborioso que supone llevar las Imágenes a la Catedral para estar allí antes de las 10 de la mañana, obligando a algunas a comenzar su traslado de madrugada, como en el caso de nuestra cofradía amiga del Sacromonte, hay que sumarle la procesión en sí hasta la Basílica de Las Angustias y encierro en sus respectivos templos; la generosidad en cuanto a exponer extraordinarias imágenes y enseres bajo una amenazante posibilidad de lluvia; la exquisitez de las flores con que iban adornados los tronos; el gasto que supone poner en la calle un evento de tal magnitud con bandas de música, portadores de trono, las flores ya mencionadas, cirios y todo lo que conlleva además de organizar a los 7000 participantes en el cortejo. A todo esto hay que sumar y destacar la organización al paso de las Imágenes delante de la Patrona que se hacía al son de una misma música general no sonando otra hasta que cada una se dirigía a su templo. Y posiblemente lo más llamativo fue el hecho de que debido a la amplitud existente delante de la basílica, generalmente, se podían ver hasta diez o doce tronos al mismo tiempo.

Esta Magna Fiesta Mariana tendrá su repercusión en los próximos años para el conjunto de los cristianos y muy especialmente para el mundo cofrade que siempre podrá utilizarla como ejemplo del bien hacer y del gran amor a la Madre de Dios.

Adjuntamos unas fotografías elegidas al azar para ilustrar este artículo y para que las puedan disfrutar los que no pudieron estar presente. 

 Escrito por D. José Díaz Borrego.

 

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