El Rosario de la Duquesa.
De la vida de la duquesa de Alba, siempre ha destacado lo social, lo artístico, lo aristocrático, lo popular y tantas cosas más que sería interminable relacionarlas todas. También, pero en menor grado por ser menos popular, lo religioso.
Era una gran practicante tanto en el sentido espiritual como en el caritativo, cualidad imprescindible a cualquier cristiano que se precie. Siempre se ha tenido noticias de ello y, ahora mucho más, a través de las personas de la calle.
Monseñor Amigo en la homilía del funeral hizo el siguiente comentario: «noble por herencia y noble, muy noble, de corazón. Noble en el servicio a los más necesitados».
Su cristianismo y el haber vivido tanto tiempo en su amada ciudad de Sevilla y recorrido tantas veces Andalucía, han hecho de ella una gran cofrade de las características del sur de España.
Aunque su cofradía era la de los Gitanos de Sevilla, no escatimó en ayudar a muchas que de ella necesitaron. De esta hermandad de los Gitanos era hermana y camarera de la Virgen de las Angustias Coronada, medalla de oro de la Hermandad y benefactora de la misma. Por los años 50 esta hermandad no tenía donde almacenar los pasos de salida y los enseres y ella le cedió dependencias del Palacio de Dueñas para tal menester. Devota fervorosa de sus titulares Nuestro Padre Jesús de la Salud y María Santísima de las Angustias Coronada a la que donó un manto de salida con el escudo de la Casa de Alba. Su colaboración fue crucial para la reconstrucción de la Iglesia del Valle, actual santuario y sede canónica de esta Hermandad. Durante el duelo en el Ayuntamiento de Sevilla, hemos podido comprobar cómo detrás del féretro figuraban dos cuadros con las Imágenes de Los titulares de su cofradía.