Peregrinación a Guadalupe.
Nuestro anterior e inolvidable Papa Juan Pablo II, (Papa viajero por excelencia) al que pongo como reciente ejemplo, que no como único; nos demostró lo efectivo que pueden resultar los viajes. De toda la vida, la Iglesia ha estado en continuo movimiento. La antigüedad siempre la asociamos a grandes caminatas por interminables desiertos, a éxodos, a subidas a montes para uno u otro fin, a búsqueda de tierras prometidas, etc. También la expansión del Cristianismo se tuvo que hacer, lógicamente viajando. Igual pasa con las más recientes misiones a tantos países necesitados de evangelización y de tantas otras cosas.
Pues bien, nuestra cofradía este pasado año también se nos ha hecho viajera. Se nos ha hecho viajera después de siglos de existencia (150 años sólo desde que se fundó al crearse su primera junta de gobierno). Y lo ha hecho con motivo de esta importante efeméride. Al cumplirse los mencionados 150 años de su fundación como cofradía de culto y procesión que tendrá lugar (D.M.) el próximo año 2009; nos ha venido como caída del cielo la celebración del Año Jubilar de Guadalupe para ponernos en marcha.
Pensamos que era una buena forma de iniciar este importante acontecimiento y como el lugar de peregrinación daba tantas posibilidades, optamos por organizar el viaje y darle además del carácter propio de una peregrinación, el siempre atractivo cultural.
Para ello, elegimos tres interesantísimos destinos a visitar, incluido Guadalupe. Al mediodía del 19 de septiembre, llegábamos los dos autobuses a Trujillo, maravillosa ciudad toda de piedra; tierra y patria de conquistadores y Patrimonio de la Humanidad. Allí efectuamos el almuerzo, visitamos la ciudad y partimos a Cáceres; también Patrimonio de la Humanidad.
Llegamos a Cáceres a muy buena hora por que lo dio tiempo a visitarla a placer. A la hora que cruzaras el Arco de la Estrella, tanto con sol como al atardecer o en la noche cerrada, la antigua ciudad amurallada estaba ocupada por multitud de perotes contemplando aquella maravilla.
Para no dejar mal a los responsables de los parte meteorológicos que se llevaron una semana entera amenazándonos con grandes aguaceros, durante la noche llovió un poquito; cosa que pudimos comprobar por la mañana, pero en eso quedó la predicción del tiempo.
Tempranito, salimos para nuestro principal destino y nuestro objetivo final –ganar el Jubileo-. Tras un agradable paseo mañanero, volviendo a pasar por Trujillo, llegamos a Guadalupe.
Guadalupe nos recibía con aires de gran fiesta. No siempre se está en Año Jubilar.
Mientras la organización se encargaba de los preparativos de la Misa de peregrinos, los demás visitaban los museos.
No sé si cuadra lo que sigue pero, si Santa Teresa que es doctora de la Iglesia, se atrevió a hablar al tiempo a Dios y pucheros, no creo que resulte fuera de lugar comentar que, entre visitas a museos y misa de peregrinos, los comerciantes de Guadalupe hicieron las Pascuas a costa nuestra con los productos del terreno (ibéricos, por supuesto).
Continuando por donde iba, a las 12 comenzaba la Santa Misa con la bienvenida a los peregrinos que acudían con la Cofradía de María Santísima de los Dolores Coronada, por parte del Superior del monasterio, que fue quien ofició la misa.
Continuó la celebración con nuevas alusiones a nuestra Cofradía y, llegada la hora de las ofrendas, dos componentes de nuestra peregrinación que habían sido designados con anterioridad por sorteo, se acercaron a ofrecer sendos presentes llevados desde nuestro pueblo; al tiempo que nuestra Hermana Mayor ofrecía una medalla de la Cofradía enmarcada que, depositada en el altar, presidió la liturgia.
Tras la solemne misa y bendición especial, como corresponde a un Año Jubilar, bajamos las escalinatas de la basílica sintiendo algo distinto.
Prácticamente la misión estaba cumplida, la suerte nos acompañó en el viaje y todo había salido según estaba previsto. El comportamiento tanto colectivo como individual, excelente. Ya sólo nos faltaba comprar los últimos detalles, almorzar y volver a nuestro pueblo.
Pero eso es lo que creíamos todos.
Para redondear el viaje, puede que nuestra Santísima Virgen de los Dolores, o la de Guadalupe o las dos de acuerdo; nos tuvieron reservado lo siguiente: y en ese momento oportuno, tiernos que salíamos de la Basílica, con una que otra lagrimita echada, vimos hacer su aparición en la plaza, con banderas e insignias, a 600 jóvenes procedentes de una comarca cordobesa que cantaban alabanzas a Dios y a la Santísima Virgen que, igual que habíamos hecho nosotros antes, iban a ganar el Jubileo proclamando al mismo tiempo de una forma festiva y descarada su fe.
Ni que decir tiene, que este regalo que recibimos nos confortó aún más si cabe. Ante nosotros se nos presentaba la Iglesia joven del presente y la garantía de futuro.
Un viaje puede resultar muy efectivo y si es una peregrinación, más. Éste queda demostrado que lo ha sido.
Hasta el próximo.