Pintura de D. Leonardo Fernández.
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pintor leonardo fernandez

El pintor, Leonardo Fernández nace en Málaga en la zona del Centro. Calle Beatas, calle Granada, calle Tomás de Cózar, y el entorno de la Plaza de la Merced fueron los lugares habituales de juego para un niño de la posguerra malagueña donde comienza a modelarse su alma de artista. Allí están los primeros hitos que, luego, aparecerán en su obra: el patio florido, el agua que cae, la calle, la gente del barrio, el balcón de geranios, la pared desconchada…

A los nueve años con motivo de la creación de sus primeros cuadros (infantiles) SUR se hace eco de su Arte. Se refleja en un reportaje publicado el 28 de septiembre de 1956.

Posteriormente ingresó en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Málaga, contando, por aquel entonces, entre su elenco de profesores, a Marín Zaragoza y a José Roquero.

Participa en exposiciones colectivas; obtiene las primeras menciones; luego, se concretan en Primeros Premios.

Inicia, estudios de colorido y composición de figuras. Su maestro es Juan Baena, que a su vez lo había sido de José Nogales Sevilla, considerado como uno de los grandes maestro en la pintura de flores y paisajes y, del que Leonardo Fernández tiene reminiscencias en su obra.

En 1975 da sueltas a su verdadera devoción: el estudio y conocimiento de los Pintores de la Escuela Malagueña del siglo XIX. Entra en contacto con la obra de Martínez de la Vega, Blanco Coris, Denis Belgrano, Ferrándiz, José Gatner, Pedro Saénz, Enrique Simonet y sobre todos ellos, uno por el que siente verdadera admiración: Moreno Carbonero.

En la obra de Leonardo parece que los colores, sin saber porqué, ni cómo, se quedan para posar en sus lienzos. Y el agua se hace grifo sobre unas macetas y las frutas sensuales, apetitosas, exuberantes compiten en color. El agua es un chorro de vida y gracia – la Gracia de Dios – sobre la orza de barro y el plato de cerámica… y los racimos de uvas que ya no serán sangre de Cristo…

Y acuden a la cita, todos los colores: azules, celestes, blancos, amarillos…, vestidos de nácar y se enseñorean de su obra y, el Guadalhorce ya no es un río cualquiera porque ya es el Jordán y Álora se asoma de puntillas y asiste a algo único, al que no falta ni la mismísima representación del Espíritu Santo

Y se alinean en una retahíla de vapores de sueños para que los ángeles jueguen al escondite cuando salgan al recreo. Y, le dicen al espectador que mire y vea, que admire y contemple y sueñe, sueñe lo que quiera porque ante este cuadro cabe la admiración, la sorpresa…y, el ensueño.

Leonardo es el pintor de lo primoroso; del día a día, de eso que a fuerza de verlo forma parte de nuestra vida, del quehacer cotidiano. Y ahora va y nos ayuda, con lo difícil que a veces, es eso, a rezar.

Leonardo, es un pintor de profunda religiosidad. ¡Cuánto saben las cofradías malagueñas – en su casa nos encontramos esta noche – de la obra de este pintor. Viacrucis, estandartes, carteles, Vírgenes y Cristos….

Un fiel continuador, quizá – y sin quizá – el último pintor vivo que sigue el camino marcado por la Escuela Malagueña del XIX. Su obra es como si, a través del tiempo se hubiese prolongado la pervivencia de aquel elenco único de pintores.

Leonardo plasma en el lienzo todo lo sagrado que los hombres necesitamos para andar ese camino que llamamos vida y que, a veces, sacamos en procesión por las calles de Málaga o por las de nuestro pueblo. Viacrucis, carteles, lienzos… y, entre todos, el Cartel Oficial de la Semana Santa de Málaga como una oración para rezar por la calle a su Cristo del Rescate.

Su alforjas están plenas de éxitos en Barcelona, Lleida, Tarragona, Granada, Castellón… y con algo más importante, con toda la generosidad que ha desbordado su gran, su enorme talla humana.

Vean, gocen. Que ustedes lo disfruten.

José Morales García

 

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