San Paulino de Nola (Poncio Meropio Anicio Paulino) nace en la ciudad francesa Burdeos el año 353 y muere en la italiana de Nola el 431. Su padre era gobernador y su familia sumamente rica. Tuvo como maestro en su infancia a los más famosos literatos de la región y, según cuenta San Jerónimo, cuando Paulino llegó a la juventud dejaba admirados a todos por su elegancia al hablar y escribir. En Milán se hizo amigo de San Ambrosio y de San Agustín. Y por carta mantuvo muy provechosas relaciones intelectuales con el gran sabio San Jerónimo. Con algo más de veinte años fue nombrado entre los seiscientos senadores. En el 378, abandonó el cargo ya que le esperaba el gobierno de una provincia senatorial; él escogió Nola en la Campania. A su paso por España, en Barcelona, conoció a Teresa, mujer rica y bella, que a diferencia de él, era cristiana y estaba bautizada. Teresa guió a Paulino por el camino de la conversión. En el año 389, a los 35 años, en la Iglesia de Burdeos, recibió el bautismo por parte del obispo San Delfín. En el 392 nace su único hijo Celso, que murió a los ocho días de su nacimiento. Este hecho, en lugar de llevarlo a desesperarse lo condujo aún más a refugiarse en la fe.
Su camino de conversión es completo. Llevaba una vida tan santa que en la Navidad del año 393 el pueblo de Barcelona, pidió por aclamación al Sr. Obispo que ordenara de sacerdote a Paulino. El Obispo aceptó y lo ordenó, aunque estaba casado, pero él ya vivía con su esposa como hermanos nada más. Paulino se apresuró a refugiarse en su retiro de Nola. Allí va a pasar el resto de su vida. Vive como un monje, y su vida sigue siendo la misma cuando en 409 los habitantes de Nola ponen sobre sus hombros el peso del episcopado. Come pan y legumbres en escudillas de madera; su vestido, un cilicio de pelos de camello, regalo de un antiguo condiscípulo suyo, Sulpicio Severo, que ahora es monje en un monasterio de San Martín. «Haces muy bien—le contestaba Paulino—en enviar a un pecador como yo un vestido semejante. Cuando esté prosternado en la presencia divina, la aspereza de este tejido servirá para recordarme que debo estremecerme de horror con el pensamiento de mis pecados; que la contrición debe desgarrar mi alma al mismo tiempo que el cilicio atormenta y crucifica mi carne.» Su morada es un hospital que ha hecho construir junto a la iglesia. Vive con sus amigos en el piso superior; debajo tiene a los pobres, a los enfermos y a los peregrinos. Él les visita, les consuela, les lava los pies, les lleva la comida, les hace olvidar el sufrimiento con su bondadosa solicitud, y en estos oficios de caridad se pasa una buena parte del día. En esta etapa de su vida escribe sus famosas cartas en prosa y versos.
Dice San Paulino de Nola en algunos versos preparados como inscripción para grabar en un baptisterio: «De esta fuente, generadora de las almas necesitadas de salvación, brota un río vivo de luz divina. El Espíritu Santo desciende del cielo a este río y une sus aguas sagradas con el manantial celeste; la fuente se impregna de Dios y engendra mediante una semilla eterna un linaje santo con sus aguas fecundas» (Carta 32, 5).
Patrón de los campaneros.
San Paulino fue el primero en llamar para asistir a las reuniones con un instrumento metálico que retumbaba a lo lejos, y como lo hizo en la región italiana de Campania, aquel instrumento se llamó campana. Por igual motivo nuestro Patrón lo es también de los campaneros, tanto de los artesanos de campanas como de los que las hacen sonar.
Fiestra de los Lírios.
Nola fue conquistada y devastada por parte de los visigodos, y gran parte de los habitantes fueron hechos prisioneros. Paulino vendió todos sus bienes para rescatar a los prisioneros, incluida la cruz episcopal. Cuando se quedó sin nada más, ofreció su propia persona a los invasores para rescatar al hijo único de una viuda. Llegado a África fue vendido como esclavo convirtiéndose en el jardinero de su señor. Un día Paulino profetizó a su señor la muerte inminente del rey y, conducido ante el mismo, éste se llenó de miedo. En este sueño Paulino presidía un tribunal de jueces contra él. Interrogado y descubierto su cargo como obispo, su señor le dijo: “Pídeme aquello que quieras y te será dado” Paulino respondió que no deseaba otra cosa que su liberación y la de todos los habitantes de Nola. Así sucedió, de tal modo que regresaron a su pueblo acompañados de barcos llenos de grano. Sobre la playa de la Torre Anunciada, fue acogido junto con los prisioneros rescatados por los fieles de Nola que llevaban y batían ramos de flores, generalmente lirios. Aún hoy, existe esta tradición de acogida. Cada año, el 22 de junio en Nola se celebra la fiesta de los Lirios en su honor.
Las Cuarenta Monedas.
Cuando el santo ya estaba moribundo, vino el ecónomo a avisarles que se debían 40 monedas de unas telas que se habían comprado para vestidos de los pobre. El Santo exclamó mirando al cielo: “Dios proveerá “. A los pocos minutos llegó un mensajero trayendo un envío que hacían para los menesterosos: era un paquetito con 40 monedas de plata. El obispo juntó las manos y exclamó: “¡Bendito sea Dios que nunca me falló en nada!”.
Paulino, pagano, cristiano, casado, sacerdote y obispo está en los altares.