Los Santitos del Altar de la Vírgen.
El mes de noviembre siempre ha sido distinguido como lúgubre y triste. Es normal porque los días son cortos y de poca luz, las noches largas, y si el año da agua, por lo común generoso. Incluso se está extendiendo cada vez más entre las cofradías el vestir a sus vírgenes de luto durante todo el mes. Pero más que nada porque solo empezar se celebra el día de los difuntos; y eso que este día no tiene nada que ver para como era el día de los difuntos hace unas décadas. (Cuadro: Émile Friant, 1.889, Día de todos los difuntos).
Durante varios días un grupo de muchachos (monaguillos por lo general) recorría las calle con unas canastas en las que los vecinos depositaban alimentos. Estos alimentos les servían de manutención para el día de los santos y el de los difuntos en los que no salían para nada del campanario. Las campanas no dejaban de doblar, lo que unido al uso tan extendido del negro del luto daban a las calles una gran sensación de tristeza. Había misas a casi todas horas desde la madrugada y la iglesia estaba presidida por un gran túmulo que se instalaba con motivo del día.
Es verdad que lo relatado hasta ahora no tiene nada que ver con el contenido de este artículo, pero están tan relacionados el día de los Santos con el de los difuntos que no está de más, al menos a título informativo, incluir estas curiosidades que muchos de nuestros lectores posiblemente desconozcan. Pero como dice el poema “todo es según el color del cristal con que se mira”, vamos a cambiar la óptica de este mes y ver la otra parte que en realidad es la que nos ocupa.