La desamortización de Mendizábal y las cofradías.
En realidad la desamortización la comenzó Godoy y además hubo otras tantas, pero ha sido ésta, la del primer ministro Juan Álvarez Mendizábal, la que ha quedado como botón de muestra de todas ellas. Con ellas lo que se pretendía era mediante expropiaciones, atesorar bienes para sanear la economía de la nación. Precisamente los bienes susceptibles de expropiar eran los considerados en propiedad de «manos muertas», es decir, la Iglesia Católica y las órdenes religiosas, que los habían acumulado como habituales beneficiarias de donaciones, testamentos, etc. En esta situación se encontraban también las cofradías. El término «manos muertas» era utilizado para los bienes que no cambiaban de manos porque nunca se solían vender.
Una primera etapa (1766-1798) comprende la venta de bienes de los jesuitas y la denominada desamortización de Manuel Godoy (bienes raíces pertenecientes a hospitales, hospicios, casas de misericordia, cofradías). La segunda fase (1808-1823) corresponde a la desamortización impulsada durante la guerra de la Independencia por la administración bonapartista y por los legisladores reunidos en Cádiz (bienes de la Inquisición y reducción a un tercio del número de monasterios y conventos). En la tercera etapa (1834-1854), conocida como desamortización de Mendizábal y Espartero, se procede al sistemático despojo patrimonial de la Iglesia, y a la desaparición de monasterios y conventos. La cuarta fase (1855-1924) se inaugura con la Ley General de 1 de mayo de 1855 o Ley Pascual Madoz y es por duración y volumen de ventas la más importante. Se completa la enajenación de los bienes de regulares y seculares.